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Licorice Pizza
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[Imagen: Licorice_Pizza-862632135-large.jpg]


Hela aquí, la novena película milagro de ese orquestador de orgías fílmicas llamado Paul Thomas Anderson. No tengo mucho que decir sobre estos 130 minutos de puro gozo, pues mi palabrería habitual enmudece ante la genialidad y mis denodados esfuerzos por articular en un breve texto qué me ha parecido no pueden resultar más vanos e innecesarios. No obstante, me veo compelido a compartir estas líneas y extender la palabra, por prosaica que resulte. Experimentada en el templo sacrílego de eterna oscuridad, las filas de devotos agolpados delante de la pantalla plateada asistíamos atónitos al despliegue audiovisual del californiano como quien asiste a misa los domingos. O eso supongo. Al menos, es lo más cercano que estoy en mi triste y profana existencia de alcanzar la verdadera iluminación, el llamado nirvana, ese estado de superioridad espiritual en que uno se siente flotar como si los huesos tuvieren helio en vez de tuétano y las carnes éter en vez de nervio y músculo. Por sentir eso durante unos breves instantes se paga dinero y se vende el alma a Belcebú si es necesario. Para hacernos sentir eso, pienso, existe el cine y sus profetas.

PTA es un cineasta ya instalado cómodamente en la élite de su oficio, completamente alejado de lo que cualquier industria podría llegar a esperar de uno de sus trabajadores a sueldo. PTA cuenta lo que le sale de los huevos como le sale de los huevos, aunque eso le cueste levantar una narrativa fragmentada, atravesada constantemente por la irrefrenable pasión que siente por rodar, por trasplantar su mirada a nuestros ojos, como si su vida dependiera de ello. Su historia más amable en años es también su historia más luminosa, divertida y genuinamente personal. Rodada en los paisajes de su infancia y adolescencia, inspirada vagamente por sus propias vivencias y por las de su compadre y buscalíos profesional el productor Gary Goetzman, nos sumerge de lleno en el Valle de San Fernando durante la crisis del petróleo del 73. Pero no solo cuenta con algunos de sus colaboradores más cercanos tanto detrás como delante de la pantalla, si no que se empeña en descubrir ante el mundo esos dos talentos descomunales que son Cooper Hoffman, digno de su nombre, y Alana Haim, debutantes y espléndidos. Qué raro resulta ver al joven Hoffman seguir los pasos de su tremendo progenitor, pisando Tinseltown por primera vez y deslumbrando sin piedad ni rubor. La historia del adorable hustler adolescente Gary Valentine y la inmadura Alana Kane es embriagadora y evocadora, irresistiblemente nostálgica. Teniendo en cuenta la animadversión que empiezo a sentir por ciertas manifestaciones culturales genuinamente onanistas me resulta contradictorio maravillarme con una película tan absolutamente ensimismada, pagada de sí misma dirán sus detractores, que en todo momento recurre a un (maravilloso) soundtrack y a una textura reconocible para hacernos sentir el pulso de la época que retrata. ¿Qué hace diferente entonces PTA? Pues básicamente dos cosas en mi modesta opinión. En sus películas los personajes siempre están por encima de las historias y las historias siempre por debajo o en los márgenes de la Historia, con h mayúscula. No veo a PTA tratando de capturar por encima de todo el zeitgeist de la trastienda de Hollywood a principios de los 70, si no que pone el foco en sus dos perdidos protagonistas y desenvuelve a su alrededor un delirio nostálgico perfectamente calibrado y ajustado al servicio de la narración. Mientras mantiene en el centro a sus personajes no alecciona si no que acompaña sus vicisitudes con un envoltorio maravilloso. Basta recordar el inicio de la película para darse cuenta del enamoramiento de PTA por sus creaciones, de igual forma que lo estaba Tarantino con sus Cliff Booth y Rick Dalton. Eso no quita para que al final del segundo acto y principio del tercero haya un par de historietas cápsula que son puro cómic, con unos desternillantes y apoteósicos Sean Penn y Bradley Cooper.

En definitiva, no puedo si no recomendar la que, de nuevo, pienso que es la mejor película del año y van tres seguidas. O soy un anormal nada objetivo que ama a PTA por encima de todas las cosas divinas y humanas o algo tiene el agua cuando la bendicen. Probablemente lo primero, pero oye tampoco perdéis nada por hacerme caso, excepto entre 5 y 10 euros dependiendo la comarca, y 130 minutos de vuestro tiempo. Creedme que vale la pena, si alguno podéis llegar a sentir lo que yo sentí mientras la veía, por remoto que os parezca el cine de este hombre. Esta es su propuesta más accesible desde Boogie Nights y, emparentada directamente con aquella, un canto de amor al cine, a los outsiders de la industria, a los Altman, Ashby, Peckinpah o Huston que no fueron, a los imberbes que soñaron con poblar esa industria que les pertenece en espíritu, a los que lo consiguieron y a los que no. Y por encima de todo, es una maravillosa historia de amor, una de las más bonitas del siglo, arrebatada y glorificada por los dulces recuerdos del ayer, sin duda, pero ejemplarmente puesta en imágenes ígneas e inmortales, de pasión y ternura palpables e imperecederas. Por que no todo el amor es corrupto, ni todas las historias son tristes y amargas. A veces, la vida es dulce y placentera. Y el buen cine, cuando captura esas esquivas esquirlas de plena y portentosa felicidad, es simplemente maravilloso.






"This aggression will not stand, man"
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Licorice Pizza - por davesanchoo - 13-02-2022, 10:37 PM
RE: Licorice Pizza - por manuwar - 14-02-2022, 12:37 AM
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RE: Licorice Pizza - por davesanchoo - 17-02-2022, 07:45 AM
RE: Licorice Pizza - por gatorock - 23-02-2022, 10:06 AM
RE: Licorice Pizza - por Raziel Monsalud - 12-09-2022, 01:45 PM

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