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La primera es que no es especialmente mala. Tampoco es especialmente buena. Mangold hace lo que puede, pero ni es Spielberg ni se le parece. Trata de imitar el estilo y no le sale. Ya lo dijo Paco Fox. "Ta bien". Desde un punto de vista técnico, es un trabajo aseado, nunca brillante.
La segunda es que, por primera vez en mi vida, me he aburrido viendo una película de Indiana Jones. Hay un valle como de una hora en el que están yendo de aquí para allá (primero Marruecos porque, chicos, tenemos que viajar por el mundo, que toda la franquicia es así), pero en el que se te come el tedio hasta que viene una persecución con mucho CGI, y luego remonta un poco al final. Es una hora entera de tedio. En una peli de Indy. Herejía, joder. O señal de que en Hollywood ya va siendo hora de ir cerrando el bar para darle un lavado de cara y cambiar de regencia.
Son muchas cosas, pero sobre todo es el guion.
Me importa un carajo el McGuffin. Me importan un carajo los personajes nuevos, porque una es una listilla prepotente y el otro, el chaval, un Poochie de libro que apesta a estudio de mercado y a guionistas buscando ítems pasados de la franquicia. No tiene personalidad alguna y hace las cosas en la medida que la trama las necesita. Ya cuando sale fingiendo que pilota un avión sabes que va a ser el deus ex machina del final. Malísimamente. Pero, sobre todo, me importa un carajo ese señor mayor y protestón que ya no se mete en esto porque le gusta la salsa, sino porque se ve obligado de una forma bastante chorra. La búsqueda se siente cansina, repetitiva, ya vista y sin sentido de la maravilla o la sorpresa.
Los malos, pasables, pero tampoco memorables ni particularmente amenazadores. El Voller de Mikkelsen es un tío que te da las gracias cuando le das lo que busca. No es un sádico ni un nazi cabronazo de los serios. Es un malo tirando a pastel, aunque interpretado con la solvencia de siempre. El resto son esbirros, incluido Holbrook, al que le toca el papel de esbirro tontaco del grupo, y con eso poco puedes hacer para brillar.
Me han gustado cosas aisladas. El larguísimo prólogo, que muestra el camino que debería haber llevado esto, pero es un espejismo, porque tienes un prota de ochenta castañas y, por mucho que nos digan, la tecnología de rejuvenecimiento actual da el pego en tomas estáticas, pero en movimiento sigue siendo un poco Frankenstein la mayor parte de las veces. Se notan un montón los emplastes de cara en algunos dobles.
Pero estaba hablando de lo que me ha gustado, perdón.
El final con Marion. Cómo han jugado la baza de la edad de Indy, que ya da para lo que da. Que hayan matado a Mutt, porque lo de los monos le hacía merecedor de un destino cruel. Que hayan tirado de frenada y no vayan a apostar por seguir la saga con la Waller-Bridge, porque tiene el síndrome de todas las femipowers actuales y es eso, repelente.
No hacía falta una quinta ni hacían falta casi dos horas y media para esto. De hecho, es la única peli de Indy que no me ha dejado con ganas de verla una segunda vez y, mientras estaba con ella, me decía a mí mismo que preferiría estar revisando otras pelis de aventuras más o menos recientes que, se suponía, eran peores que esta saga: Océanos de fuego, La Momia, The Phantom, etc. Ah, y las apariciones nostálgicas, bastante pobres. Lo de Sallah y Banderas es especialmente sangrante. Les falta una impresión de carteles con tipografía brillante debajo diciendo "¡Mira a quién hemos traído!".
Muy flojo todo, pero muy bonito y vistoso, como el envoltorio de una chocolatina sin azúcar.
A mí no me ha decepcionado, porque no esperaba nada de ella y por eso no fui al cine. Lo que sí ha hecho es amuermarme. Y eso, tratándose de quien se trata, es triste. Al final va a ser cierto que los cadáveres no se pueden reanimar.
El tiempo pasa. Qué le vamos a hacer.
Soy una puta, pero una puta muy cara.
